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El Dios de los espíritus de los profetas


Texto para memorizar: Apocalipsis 22:7



“¡He aquí, vengo pronto!
Bienaventurado
el que guarda las palabras
de la profecía
de este libro.”


Introducción: Apocalipsis 22:6-21


El Apocalipsis principia y termina con una bienaventuranza muy similar (1:3; 22:7). Bienaventuranza que le corresponde al que “guarda las palabras de la profecía”.

“Bienaventurado”. Muchos simplifican esta palabra y la presentan igual a feliz, pero ser feliz es algo que se logra o que se busca y, aunque en forma pasajera, muchos han logrado ser felices durante su vida en esta tierra.

“Bienaventurado” implica que la dicha o el gozo es dado por otra persona, quien, en este caso, es Dios. No hay que perder de vista esta verdad.

Otra confusión la causan los que piensan que es igual a tener buena suerte, es decir algo que tiene que ver con las circunstancias y el azar, entonces, en este concepto Dios queda fuera.

Mejor que tratar de buscar una palabra para remplazar “bienaventurado”, añadámosla a nuestro vocabulario aprendiendo un buen número de versículos de la Biblia que la contienen.

“Guardar”. Las palabras se pueden guardar en un libro, pero éste se apolilla o enmohece y entonces se pierden. Se pueden guardar en la memoria, pero con el tiempo se olvidan o tergiversan.


Lección: JESUCRISTO EL ESPOSO


Será difícil entender o captar todo lo que el apóstol Juan quiso compartirnos al leer lo que escribió sobre “la gran ciudad santa de Jerusalén” (21:10).

Pero si las glorias de la esposa son un reto a nuestro vocabulario, cuánto más lo serán las glorias del Esposo: Jesucristo, quien es el que dotó de gloria a su esposa.

¡Con razón Pablo describe todo esto como algo inefable, “que no le es dado al hombre expresar” (2 Co. 12:4)!

 


Pensamiento: “El que oye, diga: Ven”


Hemos contemplado “la revelación de Jesucristo” por doce lecciones y hoy estamos frente a una alternativa:

a) Creer y guardar lo aprendido. Esto debe llevarnos a invitar a otros que vengan y tomen del “agua de la vida gratuitamente” (22:17).

b) Quedarnos mudos, sin decir: “Ven”. Esto le dice a Dios que hemos desechado sus palabras y no nos importa ser de los bienaventurados.

Esta decisión divide a la humanidad en dos únicos grupos, ¿de cuál de los dos eres tú?

Que no te engañe Satanás: ¡No hay un tercer grupo!

¿De què grupo eres tú?


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