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SEMBRADOR No. 767 - Página 3

 

1 de Abril de 2009 | Año 115                                            Descargar versión PDF


Temores e inseguridad multiplican el estrés a tal grado, que los placeres y la comodidad que la abundancia de bienes pueden comprar, no quitan la intranquilidad del alma, sólo le dan un descanso, para volver con más fuerza, pasada la distracción.

Pensando en la lucha del hombre por almacenar riqueza, el Señor Jesucristo contó una parábola donde el rico, al contemplar todos sus bienes, dijo: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero no había tomado en cuenta a Dios, quien le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? (Lucas 12:19,20).

Es por esto que también preguntó: ¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? (Mateo 16:26).

En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación. Él solamente es mi roca y mi salvación (Salmo 62:1,2).

Si buscamos a Dios y descansamos en sus promesas y en su fidelidad, las dudas y los temores huirán, y nuestra alma encontrará la tranquilidad que necesita.

Andar al lado de Dios, tomados de su mano, es gozar de sus promesas, pues es asirnos de la esperanza la cual tenemos como segura y firme ancla del alma (Hebreos 6:19).

               ALMA Y PECADO               

Este es el peor de los problemas que rodean al alma.

Es el pecado que llena la mente de pensamientos vanos, argumentos falsos y filosofías artificiosas y mantiene entretenida al alma, mientras se aleja más y más de la base real para la fe.

Es el pecado que dice que es mejor gozar de los bienes temporales y vivir en deleites, aunque esto signifique despreciar la mano horadada de Cristo, extendida para ayudar y otorgar así la seguridad que el alma requiere.

Es el pecado que ciega los ojos y no le deja ver al alma que se encuentra alejada de Dios y que anda por caminos errados.

Y con una mente llena de pensamientos vanos, un alma entretenida en bagatelas y unos ojos cegados ante la realidad, ¿cómo podrá salir de su condición errada y llena de peligros? Si usted se siente seguro y confiado, ¿captará el peligro? Pero la verdad permanece, y ¡nada la cambiará!

El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo (Ezequiel 18:20).

Dios proveyó, en su Hijo unigénito, el Pastor y Obispo para nuestras almas,

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