por tanto, todo aquel que
se aferra a sus caminos y continúa creyendo que lo que piensa es la verdad, no
podrá excusarse ni encontrar pretextos en el día del juicio, porque:
»
Año con año ha celebrado la Navidad sin preguntarse por qué tuvo el
Hijo de Dios que nacer en pobreza en Belén. Tal vez, con los
“peregrinos” ha pedido posada sin darse cuenta que ese mismo Cristo
de quien canta, está buscando ser admitido al centro de su vida.
» Año
con año ha pasado las fechas marcadas como cuaresma, sabiendo que
debiera afligir su alma y prepararse para meditar en los
sufrimientos de Cristo, pero lo ha hecho sin obtener la santidad del
corazón y la pureza del alma que su conciencia le demandan.
» Año
con año ha gozado de las vacaciones de la llamada Semana Santa y tal
vez, porque la tradición se lo pide, ha buscado un lugar donde pueda
contemplar una escena del |
Calvario y, aunque su alma
ha querido saber el porqué, no ha tomado el tiempo suficiente para buscar la
respuesta de los labios del mismo que ve muriendo en su lugar, llevando sus
pecados sobre un madero.
Tal vez porta un crucifijo
como señal de que es cristiano, pero lleva ese símbolo a todas partes sin pensar
si el que dio su vida en la cruz por usted se agradará del lugar y de lo que
hace y dice en esos momentos. Ordena su vida pensando que él lo acompañará, no
pide que él le diga dónde ha de ir y qué ha de hacer: no lo reconoce como Pastor
y Obispo.
Por estas y otras razones,
¿qué dirá en el día cuando se presente ante el Juez de toda la tierra?
Porque
has librado mi alma de la muerte, y mis pies de caída (Salmo 56:13).
Esto es lo que dice el
alma que ha hallado en Cristo el perdón de sus pecados y la dirección y el
consuelo que tanto necesita. ¿Lo puede decir usted?
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