EL Sembrador

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“Para tener también entre vosotros algún fruto”
(Romanos 1:13).

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Llegar a la época de la madurez es el anhelo de muchos, pero prepararse para preservar las bondades y bellezas de esta época, tristemente, es la preocupación de pocos.

Sin embargo, este no es el caso del fruticultor; él sabe muy bien que si logra controlar y alargar los días cuando su fruta presentará sus mejores cualidades, aumentará por mucho el valor de su producto en el mercado. La tecnología ha resuelto este problema, y es por ello que hoy tenemos fruta fresca durante todo el año y puede ser importada de todas partes del mundo.

Conservar las cualidades y virtudes que Dios busca en sus criaturas debe ser también una preocupación prioritaria en los siervos de Dios. No dudamos que es por esto que Dios dejó constancia, en las Escrituras, de tantos hombres que en su juventud fueron ejemplos de entrega y santidad y que, en su edad adulta, cayeron en pecado por las más diversas circunstancias.

Esta es la lección que deseamos extraer al meditar en la tercera época del año:

EL OTOÑO

El otoño se caracteriza por los colores que adquieren las hojas en los árboles; tonos dorados que van con la idea de que representa la época dorada de la vida.

Pero, por otro lado, nos habla del momento en que se cosecha y guarda el fruto de las huertas y viñedos de tal manera que su dulzura y aroma pueda disfrutarse el resto del año y aún después.

El punto que es difícil de aceptar hasta que, tal vez, ya sea tarde, es que lo que no se inició en la juventud, difícilmente se lograra más tarde. Es decir, lo que no se cultivó en el huerto y, por lo tanto, no se cosechó, no podrá estar sobre la mesa para disfrutarse en el otoño.

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Iniciemos pensando en los muchos frutos que podemos cultivar y cosechar para Dios.

1. La santificación (Ro.6:22).

Para obtener este fruto es esencial haber completado estos pasos:

a) Ser sepultado juntamente con Cristo para muerte (Ro.6:4).

b) Presentar mis miembros para servir a la justicia (Ro. 6:19).

c) Y, habiendo sido libertado del pecado, ser hecho siervo de Dios (Ro. 6:22).

¿Es porque estos pasos no se cumplen que la santidad es un fruto muy raro sobre la mesa de la adoración (Cnt. 7:13)?

2. Del Espíritu (Gá. 5:22,23).

Nuevamente pongamos atención a las condiciones necesarias para cosechar este fruto con sus nueve “sabores” diferentes:

a) Estar firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres (Gá. 5:1), piense en las raíces del árbol.

b) No satisfacer los deseos de la carne, crucificar la carne con sus pasiones (Gá. 5:16,24), comparemos esto con las plantas parásitas que roban la sabia de los árboles y, a la larga, secan las ramas.

c) Vivir por el Espíritu y andar por el Espíritu (Gá. 5:25), aquí podemos pensar en los nutrientes que suben por las raíces y llegan hasta el fruto por medio de las ramas.

Pero hay algo más, se necesita pensar en la ubicación del árbol frutal: cuánto sol le da y qué otras plantas lo rodean. La Biblia nos habla de la necesidad de la luz de Cristo y de ser rodeados de toda bondad, justicia y verdad (Ef. 5:8,9,14). ¿Será por esto que el Señor sólo encuentra hojas cuando viene a nosotros (Mt. 21:19)?

3. De justicia (Fil. 1:11).

Lo que leemos de este fruto que ha de ser para gloria y alabanza de Dios, también nos da bellos paralelos con la horticultura.

Se necesita de:

a) La destreza del hortelano que, al podar los árboles, hace que éstos produzcan aún más fruto (Heb. 12:11).

b) El cuidado de la tierra, eliminando las plagas que se comen las raíces y agregando buen abono (Stg. 3:16,18).

c) Las bendiciones de Dios, que son como las lluvias que caen sobre la tierra y los vientos y los insectos que polinizan las flores (2 Co. 9:10).

Añada más frutos a la lista.

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Entre las fiestas solemnes de Jehová (Lv. 23:1-44), había tres que se celebraban en el séptimo mes, a la entrada del otoño.

1. Una conmemoración al son de trompetas (Lv. 23:24).

Era una santa convocación que se celebraba el día primero del mes. Señalaba el momento para detener las labores y pensar en las bendiciones de Dios manifestadas, ahora, en su lagar (en pentecostés pensaban en su mies). Necesitamos detenernos para reflexionar sobre lo que Dios nos ha dado para así poder ofrendarle según haya prosperado (1 Co. 16:2).

2. El día de expiación (Lv. 23:27).

Esta santa convocación se celebraba el día décimo del mes y la instrucción era: Afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová. Hay un paralelo hoy: Pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa (1 Co. 11:28).

No se puede entrar a la presencia de Dios sin reconocer nuestra pequeñez ni confesar que lo que tenemos viene de él. El pueblo de Israel fue advertido de un peligro: Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios (Dt. 6:10-12; 8:11-17); pues podría decir en su corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. Cuando el corazón se enorgullece, el recuerdo de Dios se desvanece.

Por eso el pueblo debía afligir su alma, y por eso se nos pide que nos examinemos, y que lo hagamos al aproximarnos a la mesa cuando, en memoria del Señor, tomamos del pan y de la copa.

El pueblo de Israel celebraba en esta fecha una fiesta que les recordaba de la sangre vertida para el perdón de los pecados, primer macho cabrío, y de la gracia de Dios que olvida para siempre nuestra maldad, segundo macho cabrío (Lv. 16:15,21,22).

3. Fiesta solemne de los tabernáculos (Lv. 23:34).

A los quince días del mes, cuando habían recogido el fruto de la tierra, tomarían ramas con fruto de árbol hermoso y construirían tabernáculos donde habitarían por siete días (Lev. 23:39-44).

En los días de Esdras y Nehemías se celebró esta fiesta, imitemos su propósito: leer la ley de Dios y hacer compromiso solemne delante de él de andar en sus estatutos (Neh. 8:14-10:29).

¿Qué necesitamos aprender, cumplir y enseñar? Necesitamos:

1. Detenernos para valorar lo que somos y tenemos.

2. Examinar el corazón para eliminar el orgullo.

3. Estudiar la Biblia y comprometernos a cumplirla.

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EL FRUTO DEL ESPÍRITU
Gálatas 5:22,23

AMOR:

que todo lo sufre y todo lo soporta

1 Co. 13:7
GOZO:

que nunca se apaga

Fil. 4:4
PAZ:

que gobierna el corazón

Col. 3:15
PACIENCIA:

que produce perfección

Stg. 1:4
BENIGNIDAD:

que nos hace como Cristo

Ef. 4:32
BONDAD:

que nos ayuda a amonestarnos

Ro.15:14
 FE:

que afirma nuestros pies

2 Co. 5:7
MANSEDUMBRE:

que nos ayuda a relacionarnos

Tit. 3:2
TEMPLANZA:

que se muestra en disciplina

1 Co. 9:25

           


 LOS BUENOS FRUTOS

Dignos de arrepentimiento El resultado de poner mi fe en Dios Lc. 3:8
Para vida eterna Acciones que agradan a Dios Jn. 4:36
De mi entendimiento Lo que aprendo al hablar con Dios 1 Co. 14:14
En toda buena obra Los resultados de obedecer a Dios Col. 1:10
En mi cuenta Lo que hago en nombre del Señor Fil. 4:17
De labios Sacrificio de alabanza Heb. 13:15

 


EL BUEN FRUTO
Mateo 7:17

Se reconoce por su:

   
UNTUALIDAD Sal. 1:3
ERMANENCIA Jn. 15:16
ROPÓSITO Fil. 1:11
   
   

 


ALGUNOS FRUTOS

De tus labores Alimento Éx 23:16
De su camino Decisiones Pr. 1:31
De la boca Conversaciones Pr. 18:20
De sus manos Bendiciones Is. 3:10
De labios Alabanza Is. 57:19
De sus pensamientos Ideas Jer. 6:19
De sus obras Resultados Jer. 17:10

 


¿Qué necesita el buen fruto?

La luz del sol Dt. 33:14
Tierra abonada Lc. 13:8
Limpieza del pámpano Jn. 15:2
Lluvia temprana y tardía Stg. 5:7

 


¿Por qué se pierde el fruto?

   
nseñanzas falsas Gá. 3:1
storbos perjudiciales Gá. 5:7
ngaños sutiles Col. 2:8
   
   

 


LA MADUREZ

   
abiduría al conversar 1 Co. 2:6
obriedad al pensar 1 Co. 14:20
ensatez al decidir Heb. 5:14
   
   

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