EL Sembrador

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“Para mí el vivir es Cristo”
(Filipenses 1:21).

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La juventud es una época donde todo está en plenitud, pero no siempre quien vive este momento disfruta de todo lo que está a su alcance.

La adolescencia es la época del despertar: el cuerpo, la mente y el alma son campos donde florecen una variedad de habilidades, experiencias y emociones que no siempre son encausadas para bien.

¿Qué es lo que falta?

Instrucción completa y adecuada, ciertamente existe, pero las más veces no es oída, pues prefieren experimentar por su propia cuenta los caminos que les ofrece la vida.

Ejemplos dignos de imitar, sin duda están a su alcance, pero no todos tienen la habilidad para discernir entre lo bueno y lo malo en el contexto del mañana.

 La disciplina y el rigor de los castigos no está acorde a nuestros tiempos; nos dicen que con ellos se coarta la creatividad y se les priva de su libertad, deformando así su desarrollo.

Entonces, ¿qué es lo que debemos presentar al mundo de hoy?

Busquemos la respuesta en la época del año en que nos toca meditar en esta ocasión:

EL VERANO

Quien vive en el campo y tiene que buscar en él su sustento, desarrolla acciones un tanto absurdas para quien vive en la ciudad y es ajeno a lo que el campo exige.

El campesino invierte su dinero en semilla y luego va y la entierra en el suelo sin hacer contrato ni convenio con él. ¿Quién entrega su dinero a un desconocido? ¿Quién bota sus compras a los vientos esperando que un día le sean regresadas?

Pero el hombre del campo tiene algo que a muchos les hace falta: MOTIVACIÓN.

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Si nos preguntamos por qué la juventud va tras la música y el placer, por qué cae en las drogas y sigue modas con tendencias tan diversas, la respuesta la encontramos en la forma que los medios han excitado un cambio que se desarrolla al inicio de la pubertad: su cuerpo ha entrado en la etapa reproductiva y, porque les dicen que un día verán su ocaso, les instan a gozarla mientras la pueden vivir.

 Pero su motivación, aunque existe y es claramente alimentada, difiere mucho a la del hombre del campo. Aquel que cultiva maíz, trigo o cebada es motivado por la cosecha abundante que espera tener por el trabajo que invierte en el campo. Para él, el presente es sudor y lágrimas, pues no hay nada más pesado que arar un campo y mantenerlo libre de plagas; no tiene días de asueto, ni puede pedir tregua a la maleza y a las plagas que amenazan con destruir su cosecha. Su motivación está en el mañana, cuando verá el fruto de su trabajo.

A diferencia de ésta, la motivación del joven está en el placer del presente sin importar para nada lo que traiga el futuro.

Piensa tener respuestas para enfermedades como el SIDA; no parece importarle que su preparación académica quede truncada, ni le preocupa que su alma y su mente queden contaminadas y se pierdan facultades que le serán útiles al querer integrarse como miembro activo en su comunidad.

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Tenemos otra pregunta para el siervo de Dios: ¿Ya ha perdido la cruz de Cristo su poder motivador (Jn. 12:32; 1 Co. 1:18-2:2)? Más bien, ¿no será que nosotros, los que conocemos a Cristo, hemos perdido la visión y la fe, y por tanto no pedimos de Dios la habilidad para presentar a Cristo como una fuerza motivante, ni tenemos ya la destreza para abrir los ojos de la juventud ante la urgente necesidad de decidir por Cristo en el hoy que están viviendo?

Las voces del mundo proclaman: Diviértete, porque no sabes qué pasará mañana. ¿Por qué no podemos nosotros hablar de la brevedad de la vida  en el contexto de la salvación de su alma y ser más convincentes que ellas?

Los que servimos al Señor, tenemos dos retos muy distintos que pueden compararse a los que tiene un hombre del campo.

El primero, es semejante al reto de aquel que recibió en heredad un campo limpio, sin piedras y sin maleza, en el que sabe que debe sembrar a tiempo su semilla para obtener una cosecha abundante al final del verano.

El segundo, es semejante al reto de aquel que recibió en heredad un campo en el monte, lleno de piedras y maleza, pero, a pesar de ello, ha decidido transformarlo en un campo de cultivo y obtener, al fin del verano, una buena cosecha.

¿Cuál reto prefiere?

Sin duda contestará: El segundo. Sin embargo, ¿cuántos niños dejan la época de la inocencia sin conocer a Cristo como su Salvador y sin recibirlo como su Señor? Es decir, dejamos que la tierra de cultivo se vuelva monte y la maleza cunda y que el campo se llene de escombro y basura.

Muchos niños vienen con sus padres a escuchar la Palabra del Señor tan sólo unas horas a la semana, y la mayor parte del tiempo, en la calle, en la escuela y en la vecindad, sus ojos y su mente son bombardeados con ideas que producen aquella maleza con la que más tarde tendremos que batallar si deseamos ganar esas almas para Cristo.

Primera lección: si está a nuestro alcance llevar a un niño a los pies de Cristo, ¡hagámoslo! Comencemos a sembrar la semilla de la Palabra de Dios en tierra virgen, nuestra lucha contra malezas y plagas será mucho más sencilla y el trabajo rendirá un fruto más hermoso y más abundante. José, Moisés, Samuel, Joás, Josías y Timoteo, son algunos casos en los que la Palabra de Dios cayó en tierra virgen y dio buen fruto.

Segunda lección: si el campo donde caerá la semilla es el corazón, yo no podré quitar las piedras ni eliminar la maleza, será el mismo adolescente o joven quien deberá decidir hacerlo. Entonces, volvemos al inicio: nuestro primer trabajo es motivarlo.

Las naciones que se interesan en la juventud, tienen programas para ampliar su visión para incluir el mañana; los hacen pensar en lo hermoso que será tener trabajo, casa, familia... Nosotros pidamos de Dios la habilidad para ampliar su visión aún más allá, para que piense en la eternidad.

El verano es la época para almacenar para el mañana. La juventud es la época de decisiones: se elige carrera, se hace ejercicio y se guarda la dieta para conservar la figura. ¿Por qué, los que conocemos a Dios, no podemos producir esa misma entereza para el cuidado del alma y para su preparación como siervos útiles a Dios en un mañana? La mano de Dios no se ha acortado (Nm. 11:23), entonces, es nuestra fe la que es poca.

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ALGUNOS CONSEJOS PARA EL JOVEN

Se le advierte sobre:

ROBLEMA propio de su corazón Gn.  8:21
ECADOS de los cuales deberá dar cuenta a Dios Sal.  25: 7
ROXIMIDAD de un juicio Ec. 11: 9
RIORIDAD que no debe desatender     Ec. 12: 1
ROPÓSITO de Dios para su vida Lm. 3:27
ASIONES de las que debe huir 2 Ti. 2:22

La descripción del joven
DAVID
1 Samuel 16:18

Se da testimonio sobre su:

REPARACIÓN “sabe tocar”
ROFESIONALISMO “valiente…”
RUDENCIA “prudente… palabras”
ERSONALIDAD “hermoso”
IEDAD “Jehová está con él”

La descripción del joven
SAMUEL

Leemos sobre su:

EDICACIÓN “ministraba...” 1 S. 2:18
ESARROLLO “crecía” 1 S. 2:21
EVOCIÓN “era acepto” 1 S. 2:26
ESIGNACIÓN “llamó” 1 S. 3:10

Trabajar la tierra en el
VERANO

Significa, en el mañana, tener:

EGOCIJO Sal. 126: 6
ESULTADOS Pr.   12:11
ECURSOS Pr.   30:25

EL LABRADOR

Espera que Dios:

Dé el crecimiento 1 Co. 3: 6
Provea la semilla 2 Co. 9:10
Mande las lluvias Stg.   5: 7

LEYES DEL CAMPO

Dios pone los tiempos Gn.    8:22
El hombre debe obedecerlos Ec.    11: 4
Dios da a la semilla, cuerpo 1 Co. 15:38
Se siega lo que se siembra Gá.    6: 7

MOTIVACIÓN

La cruz de Cristo nos habla de:

AMBIO Ro.     6: 6
ONVICCIÓN 1 Co.  1:18
ONSAGRACIÓN 1 Co.  6:20
ONVERSIÓN Gá.    2:20
OMPROMISO Gá.    5:24

PROPÓSITOS

PRESENTAR A DIOS
  Mis miembros en servicio Ro.   6:19
  Mi cuerpo en sacrificio  Ro. 12: 1
PRESENTARME
  Aprobado ante Dios 2 Ti. 2:15
  Como ejemplo a otros Tit.   2: 7

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