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ESTUDIOS BÍBLICOS - Página 3

 

1 de Abril de 2009 | Número 82                                         Descargar versión PDF


Todo esto nos habla de la maldición que Cristo quiso sufrir, pero, ¿por qué? La respuesta es un reto a la humanidad. Cuando la respuesta verdadera se halla, uno no puede permanecer igual, pues nos dice que significa:

SUSTITUCIÓN, para todos.


Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos    (2 Corintios 5:14,15). 

Sustitución, en su definición más simple es: “uno por otro”, pero su aplicación a la cruz de Cristo demanda una fe y convicción profunda que toque el corazón.

Uno murió por todos, es la verdad que se debe asimilar y que hará brotar de los labios la confesión: “Murió por MÍ”, a la que se ha de añadir: “Lo hizo porque me ama, porque yo no podía pagar por mi culpa, porque deseaba hacer de mí una nueva criatura”.

Todos murieron, deben ser palabras que nos convenzan de que todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios (Ro. 3:23) y que, además, porque soy pecador, no hay penitencia, dinero o esfuerzo que pueda hacerme merecedor de la gloria de Dios.

 Para que los que viven… son palabras que enuncian lo qué se ha de entender por sustitución y expresan el compromiso del que ha sido sustituido: ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. Palabras que nos lleva al tercer significado:

DECISIÓN, para mí.


Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí    (Gálatas 2:20). 

Primero se me pide identificación con su muerte. Quien no acepta morir con Cristo, no es de utilidad para Dios. ¿Salvará Dios a quien no puede utilizar? ¡Cuidado con el engaño sutil de Satanás! Salvación, significa crucifixión para mí (Ro. 6:6; Gá. 5:24).


Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo (Gálatas 6:14).

También se me pide identificarme con su mensaje. Mi gozo, mi motivación y mi constante preocupación ha de ser: demostrar que por la muerte de Cristo, ahora soy totalmente diferente.


Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo    (Lucas 14:27). 

Palabras más claras no puede haber: he de identificarme con su ministerio, y si no estoy dispuesto a sufrir por él como él sufrió por mí NO PUEDO ser su discípulo. Esta es la una cosa que falta (Mr. 10:21), no la excluyamos al presentar el evangelio de Cristo.

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