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SEMBRADOR No. 764 - Página 3

 

1 de Julio de 2008 | Año 114                                            Descargar versión PDF


Para que una ley sea justa, primeramente debe ser perfecta, es decir, sin errores, incongruencias o contradicciones; y no debe tener vacíos ni dualidad en su aplicación. Eliminar estos puntos es el trabajo de los legisladores.

Entonces, un Dios que es perfecto, dictará una ley justa. ¿Cree usted esto?

     AGRADECER SU FIDELIDAD    

Dios señala que el hecho de que continúen a través de los siglos, el día y la noche, el verano y el invierno, la siega y la sementera es una prueba clara de su fidelidad.

Os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay. En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes andar en sus propios caminos; si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones.     (Hechos 14:15-17)

Además, Dios asegura que, así como los astros no son erráticos en su curso y las leyes que rigen el comportamiento de la materia son invariables, así también su forma de juzgar la conducta de los hombres permanece constante:

 lo que llamó pecado en los días de Adán, de Noé, de Moisés, de David y de los profetas, sigue siendo pecado a sus ojos el día de hoy.

Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.     (Hechos 3:19)

 Añadamos a esto que Dios nos asegura que su misericordia hacia el que se arrepiente de su maldad y se convierte de sus caminos, es la misma hoy, como la que mostró con Judá en el exilio o con el pueblo que despreció y crucificó a su Hijo, menospreciando el mensaje de arrepentimiento para perdón de pecados que él anunció.

     OBEDECER SUS ÓRDENES    

Entre las órdenes más apremiantes de Dios hay dos que son indispensables cumplir, si se desea ser objeto de su misericordia:

1. ARREPENTÍOS.

Entendamos el arrepentimiento como un dolor profundo por el pecado cometido, por tanto, primero es necesario reconocerse pecador, es decir, que es transgresor de la ley de Dios, quien ha dicho: No hay justo, ni aun uno, y además, ha aclarado que: por medio de la ley es el conocimiento del pecado (Romanos 3:10,20).

Y esto es lo que Dios promete:    
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

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