La primera parte recalca la importancia de la oración con las palabras “ante todo”. Debemos orar por “todos los hombres”, incluyendo los que ocupan puestos de autoridad. Dios quiere que “todos los hombres sean salvos” (v. 4el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.) y Cristo, hecho hombre, vino a darse “en rescate por todos” (v. 6el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.). La fuerza de este pasaje está en la relación que hay entre el uso de “todos” y la declaración que “hay UN solo Dios, y UN solo mediador” (v. 5Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre). Esta declaración es la lógica y la base fundamental del mandato misionero.
La oración debe hacerse en “todo lugar” (v. 8Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.), pero se establece la conducta que debe observar el que ora.
Al final del capítulo el enfoque es de orden: “Adán fue formado primero” (v. 13Porque Adán fue formado primero, después Eva). Los privilegios de la mujer están en la esfera de servicio: sus actividades en el hogar (2 Ti. 1:5trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.) y hacia otras mujeres (Tit: 2:4que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos).
Es interesante el uso del verbo “salvar” en estas epístolas: “Se salvará” (v. 15Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia.) y “te salvarás a ti mismo” (4:16Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.) no son referencias a la salvación del alma o a escapar de la muerte física, sino a no fallar al cumplir una misión: a sentirse “realizado”, usando lenguaje actual.