¿Hasta qué punto son responsables los padres de esta decisión? La lectura de hoy aborda este tema. El 27 de agosto (inciso 3LA JORNADA DOCE DE NUEVO) comentábamos una razón por la cual Dios mandó el exterminio total de los que habitaban la tierra: no permitir que costumbres paganas se infiltren en el pueblo.
Aquí hay otra razón: los hijos. Ser complaciente con los amigos que no obedecen las leyes de Dios, admitirlos en nuestro círculo de intimidad y, por amistad, tratar de disculpar frente a nuestros hijos su pecado (v. 2y Jehová tu Dios las haya entregado delante de ti, y las hayas derrotado, las destruirás del todo; no harás con ellas alianza, ni tendrás de ellas misericordia.), traerá graves consecuencias.
El hombre maduro podrá, tal vez (?), andar en la compañía de los inicuos sin contaminarse, pero el corazón tierno de los hijos será fácilmente desviado (v. 4Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el furor de Jehová se encenderá sobre vosotros, y te destruirá pronto.). La orden era exterminar estas siete naciones y acabar con sus costumbres (v. 5Mas así habéis de hacer con ellos: sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y destruiréis sus imágenes de Asera, y quemaréis sus esculturas en el fuego.). ¿La razón?
1. Son un pueblo SANTO, no podían contaminarse con los pecados de sus vecinos.
2. Son un pueblo ESPECIAL, llamado a ser diferente de sus vecinos.
Como padres somos responsables si nuestros hijos caen por una piedra de tropiezo que no hemos quitado de su camino. A la luz de este comentario lea 1 Pedro 2:9-119Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 10vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia. 11Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma.