A Job le gustaba hablar claro con Dios y con el hombre. Ya había dicho que sus amigos eran “médicos nulos” (13:4Porque ciertamente vosotros sois fraguadores de mentira; Sois todos vosotros médicos nulos); ahora los llama “consoladores molestos” (v. 2Muchas veces he oído cosas como estas; Consoladores molestos sois todos vosotros.). Se atreve a decir que si ellos estuvieran sufriendo, él les daría aliento y consuelo para apaciguar su dolor (vs. 4,54 También yo podría hablar como vosotros, Si vuestra alma estuviera en lugar de la mía; Yo podría hilvanar contra vosotros palabras, Y sobre vosotros mover mi cabeza. 5 Pero yo os alentaría con mis palabras, Y la consolación de mis labios apaciguaría vuestro dolor.).
Nuestros labios pueden herir a nuestros hermanos con censuras crueles o con críticas constructivas. Las dos duelen, pero la segunda, cura eventualmente quitando el foco de infección. “Fieles son las heridas del que ama” (Pr. 27:6Fieles son las heridas del que ama; Pero importunos los besos del que aborrece.).
Job vuelve a hablar de Dios usando toda clase de figuras. Al leer el versículo 10Abrieron contra mí su boca; Hirieron mis mejillas con afrenta; Contra mí se juntaron todos. pensamos en uno que sufrió más que Job, cuyo lenguaje fue muy parecido al describir a los que le rodeaban en la cruz (Sal. 22:12,1312 Me han rodeado muchos toros; Fuertes toros de Basán me han cercado. 13 Abrieron sobre mí su boca Como león rapaz y rugiente.). Al comparar a los dos sufrientes, resalta la hermosura y perfección de nuestro Salvador.
Hay otra chispa que alumbra la noche de angustia: Job dice que tiene un testigo en los cielos y un testimonio en las alturas (v. 19Mas he aquí que en los cielos está mi testigo, Y mi testimonio en las alturas.). En Cristo, resucitado y sentado a la diestra de Dios, tenemos mejor testigo y mejor testimonio. Pongamos los ojos en él para vencer las circunstancias que nos agobian hoy.