Moisés, de 120 años, ya está listo para partir. Ha hecho su plan de despedida, anima a su sucesor y también al pueblo. Entrega copias de la ley y pide que todos a una oigan, aprendan y teman (v. 13y los hijos de ellos que no supieron, oigan, y aprendan a temer a Jehová vuestro Dios todos los días que viviereis sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para tomar posesión de ella.).
Truena la voz de Dios que pide un hombre: Josué; un lugar, el tabernáculo (v. 14Y Jehová dijo a Moisés: He aquí se ha acercado el día de tu muerte; llama a Josué, y esperad en el tabernáculo de reunión para que yo le dé el cargo. Fueron, pues, Moisés y Josué, y esperaron en el tabernáculo de reunión.). Habla un Dios celoso que no comparte lugar con ninguna cosa creada y da una orden: “Este cántico responderá en su cara como testigo... porque yo conozco lo que se proponen” (v. 21Y cuando les vinieren muchos males y angustias, entonces este cántico responderá en su cara como testigo, pues será recordado por la boca de sus descendientes; porque yo conozco lo que se proponen de antemano, antes que los introduzca en la tierra que juré darles.).
Pasan alrededor de 930 años, Dios ha escondido su rostro, y se oye un gemido: “¿Cómo cantaremos cántico a Jehová en tierra de extraños?” (Sal. 137:4¿Cómo cantaremos cántico de Jehová En tierra de extraños?).
Su pecado de dejar a Jehová los ha alcanzado. Dios, en su grande misericordia ha permitido el endurecimiento de Israel “hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles” (Ro. 11:25Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles), condición que nos ha alcanzado a nosotros.
¿Qué testigo hay que hable contra nosotros de nuestra infidelidad para con Dios? ¿Podemos contemplar su rostro hoy?