Poco antes del fin
extendió brazos temblorosos.
Pensé que los extendía
hacia mí,
pero estaba equivocado.
Lo había visto a "él"
y pocos minutos después
ya estaba con su Salvador,
lo cual es "mucho mejor".

 

"No puedo expresar
lo que siento.
Sólo Jesús sabe lo que hay
en mi corazón.
Hermanos, aprovechen
las oportunidades
del presente.
No pierdan de vista el valor
de la sangre preciosa
de Cristo".

 

 

En esta carta nos relata cómo Dios llamó a su presencia a su amada esposa.

 Tehuacán, Pue., México 20 de septiembre, 1891

Aunque el propósito del Señor fue llevar a mi querida esposa a una patria mejor, sé que las oraciones de mis amigos han sido escuchadas. Dios suplió todas nuestras necesidades temporales, que fueron muchas, y pudimos obtener todo lo necesario para la comodidad de nuestra amada y para prolongar su vida si Dios así lo hubiera querido. Más todavía, el gozo del Señor en su alma, su confianza en el que murió por sus pecados, su paciencia en el sufrimiento, su deseo constante de que los que la rodeaban y otros conocidos llegaran a ser salvos por gracia, todo esto será para mí un recuerdo de lo que es triunfar en Cristo y también de la ayuda poderosa de las oraciones del pueblo de Dios, aunque estemos separados por gran distancia.

Empezó a delirar el miércoles, y permaneció en ese estado hasta que durmió en Cristo el viernes en la tarde, el 18 de septiembre. Deseaba alguna palabra de ella, pero me alegro ahora que estuvo inconsciente porque sus dolores, las últimas veinticuatro horas, fueron intensos. Poco antes del fin extendió brazos temblorosos. Pensé que los extendía hacia mí, pero estaba equivocado. Lo había visto a "él" y pocos minutos después ya estaba con su Salvador, lo cual es "mucho mejor".

Me quedaba tan sólo su cuerpo que llevé al cementerio la mañana siguiente como a las diez. Estoy agradecido por la paz y quietud experimentada allí. La letra de Juan 3:16 estaba sobre su ataúd. Esta fue, sin duda, la primera predicación del evangelio al aire libre en esta ciudad, algo que está prohibido en México. Cantamos dos himnos, uno de ellos favorito de ella durante su enfermedad, cuya letra dice: "Cariñoso Salvador, huyo de la tempestad a tu seno protector, fiándome de tu bondad".

Al agradecer las oraciones y palabras de consuelo de mis hermanos, quiero pedirles que oren para que su venida aquí no haya sido en vano, y que por su testimonio algunos lleguen a conocer a Cristo. Creo que el Espíritu de Dios está buscando a creyentes en la localidad. No se olviden de mí y de mi pequeña. No puedo expresar lo que siento. Sólo Jesús sabe lo que hay en mi corazón. Hermanos, aprovechen las oportunidades del presente. No pierdan de vista el valor de la sangre preciosa de Cristo.