En esta oración hay adoración y peticiones. Observemos la relación y la proporción que guardan tanto aquí como en nuestras oraciones estos dos ingredientes.
Salomón reconoce que Dios es único y es fiel a sus promesas (v. 23dijo: Jehová Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia a tus siervos, los que andan delante de ti con todo su corazón), que llena “los cielos de los cielos” (v. 27Pero ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?), pero se digna morar con sus siervos (v. 28Con todo, tú atenderás a la oración de tu siervo, y a su plegaria, oh Jehová Dios mío, oyendo el clamor y la oración que tu siervo hace hoy delante de ti). ¡Cuánto más asombroso es que more hoy en nuestros corazones!
Dios es lleno de misericordia y dispuesto a perdonar (v. 30Oye, pues, la oración de tu siervo, y de tu pueblo Israel; cuando oren en este lugar, también tú lo oirás en el lugar de tu morada, en los cielos; escucha y perdona.). El concepto que tenemos de Dios influye mucho en la clase de fe con que nos acercamos a él y con la que nos atrevemos a pedirle.
Salomón pide que Dios escuche las oraciones cuando sus hijos extiendan sus manos hacia la casa que estaba dedicando. Recordemos que Daniel hizo esto precisamente cuando estaba en cautiverio. Por eso se llamaba “casa de oración” (Is. 56:7yo los llevaré a mi santo monte, y los recrearé en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos.; Mt. 21:13y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.). Los edificios donde se congrega la iglesia no son casas de oración en este sentido.
Hoy no es un altar ni lo sagrado de una casa, sino la virtud de la persona de Cristo y su sangre derramada lo que nos da acceso al Padre y asegura que él oye nuestras oraciones hechas en el nombre de su Hijo.