Esta fue la invitación hecha a Pablo y Bernabé (v. 15Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad. ) y ellos la aceptaron porque sí tenían palabra de Dios para ellos. Podemos ver tres puntos que sobresalen en su mensaje:
1. La historia. Haremos bien en memorizar datos históricos y presentarlos al hablar. El público, que ha de conocer de lo que hablamos, nos dará su atención, pues reconocerá nuestra autoridad en la materia.
2. La profecía. Habiendo captado la atención del público es necesario transportarla de nosotros, a la Palabra de Dios. Pablo buscó que su público aceptara que Cristo vino en cumplimiento de las profecías dadas a David y los profetas.
3. El evangelio. Aquellas promesas encerraban una buena nueva (v. 32Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres) y la misión de Pablo era declararla. Contrastó la ley de Moisés con la fe en Cristo (v. 39y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree.), pero, paralelo con su mensaje de gracia y perdón de pecados, dejó ver la condenación en que caerían los que menospreciaban la misericordia de Dios (v. 41Mirad, oh menospreciadores, y asombraos, y desapareced; Porque yo hago una obra en vuestros días, Obra que no creeréis, si alguien os la contare.).
La bendición de oír, la responsabilidad de decidir y la condenación de no aceptar, no deben faltar cuando presentamos el evangelio de nuestro Señor Jesucristo.