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Primavera Sembrador 750

Introducción | Época de Milagros | Época de Propósitos | Época de Excelencia | PDF | Versión Imprimible

 

SÍ cantó el poeta al sentir que el invierno había pasado y verse rodeado de señales que hablan de vida nueva. Coronando el aroma y los colores
que formaban el cuadro embelesador que percibían sus sentidos, estaba la canción de amor que escuchaba de la tórtola. La emoción que llenó su alma y trajo contentamiento a su corazón, sin duda lo hizo exclamar: ¿Por qué esto no puede permanecer así por toda la vida? Amor, paz, armonía... ¿han de ser siempre experiencias fugaces? Por esto, en otras páginas que él escribió, exclamó: Vanidad de vanidades, todo es vanidad (Eclesiastés 1:2).

  Epoca de Milagros

Ver abrirse el capullo de una flor y observar los detalles tan delicados de la obra de su Creador. Escuchar una de las cien canciones del cenzontle o primavera y quedar admirado por sus bellas melodías. Ser testigo del final del proceso de metamorfosis de una mariposa y verla extender sus alas demostrando su bellos colores a la luz del sol... Todo esto y más, nos hace exclamar que la primavera es una época de milagros.

Las aves que surcan los aires y se dedican a construir sus nidos, los árboles que orgullosos extienden sus ramas sobre el ganado que yace bajo su sombra o las ovejas que se alimentan en los pastizales, confirman ante nosotros que hay vida nueva y abundante en nuestro entorno.

A esto se refería el Maestro de Galilea al declarar: Os es necesario nacer de nuevo (Juan 3:7); y ¿quién no ha deseado tener la oportunidad de iniciar de nuevo?

Pero, si la mano de Dios ha de tocar nuestra vida otorgándonos esta bendición, necesitamos estar dispuestos a morir, tal como lo hace la naturaleza al llegar el invierno, para así nacer de nuevo con renovada vitalidad y con la oportunidad de ser diferente.

Piense en aquella oruga que se dedica a hacer su capullo para encerrarse en él, confiando en que la mano de su Creador la transformará en mariposa. O en aquel oso que entra en su cueva y se entrega a su sueño invernal, sabiendo que meses más tarde despertará a un mundo primaveral donde encontrará alimento y calor para iniciar un nuevo ciclo en su vida.

¿Está usted dispuesto a ponerse en las manos de Dios, para morir y para que él lo levante a una nueva vida (Romanos 6:4,5)?

Es la única forma de asegurar un nuevo comienzo, que augure un futuro diferente.

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Epoca de Propositos

Cuando terminan las heladas y pasan los temporales del invierno, el hombre que conoce del campo  sale a revisar su parcela y a enderezar sus cercas; y pensando en el futuro, se prepara para abrir los surcos donde sembrará los granos que más tarde significarán alimento y bienestar para su familia.

Su vida en el campo le ha enseñado que tiene que aprovechar el momento y que debe seguir el patrón de las estaciones. Primavera, verano, otoño e invierno siguen un ciclo que jamás se rompe, y aunque tal vez ignora la promesa de Dios quien dijo: Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche (Génesis 8:22), sin embargo, confía en que esto será así. Invierte su capital en semillas y sus energías en preparar la tierra, porque sabe que su cosecha depende de cuánto está dispuesto a entregar al campo.

El campesino que conoce las estaciones y confía en las leyes del campo, sabe que si las quebranta, no puede esperar una cosecha abundante. ¿Conoce usted lo que Dios dice respecto a la vida, y acepta que sus leyes son seguras y confiables?

La agricultura se ha vuelto ciencia, porque ha encontrado en la naturaleza leyes estables y normas seguras. Su estudio ha rendido frutos en la tecnología que se propone para resolver los problemas del hambre y la pobreza. ¿Por qué no se estudia la Biblia con el mismo entusiasmo para buscar soluciones a la maldad y a la violencia que aqueja a la humanidad?

Los proyectos para el campo, son inversión a largo plazo. Aquel que trabaja con árboles frutales, entiende mejor esta verdad, pues sabe que está invirtiendo para cosechar después de algunos años, y en algunos casos, sabe que el beneficio no será para él, sino para sus hijos. Pero confía en las leyes del campo e invierte su capital.

Tal vez fue pensando en esto que, al hablarle a un público que sabía mejor que el de hoy lo que es tomar de sus graneros semilla escogida para perderla entre los surcos, que el Señor Jesús dijo en una ocasión: El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará (Juan 12:25).

¿Está dispuesto a entregarle su vida a Dios? El campesino sabe que el maíz que siembra significa comida y bienestar, pero también entiende que, si no lo aborrece, es decir, si no se deshace de él y lo pone bajo tierra, el año entrante pasará hambre y frío por no tener qué comer ni con qué comprar lo necesario para vivir.

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Epoca de Excelencia

 La niñez es llamada por algunos “la primavera de la juventud” y para Dios no hay nada mejor que el corazón de un niño. Por eso dijo en una ocasión: De cierto os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él (Lucas 18:17).

El Señor Jesús alabó a los niños por su sencillez y humildad (Mateo 18:4). Son los niños, no los grandes y los sabios, los que Dios escoge para revelarles sus misterios (Mateo 11:25,26), porque su mente no busca complicaciones, ni ha sido entrenada, como la de los mayores, a sopesar las alternativas de una decisión.

Los niños confían en la sabiduría y en el amor de sus mayores a quienes conocen, y creen a todo aquel que sienten cercano y sincero. Su alma, su mente y sus fuerzas son como un terreno virgen que espera la semilla para entregarle sus fuerzas, con el propósito de que ésta crezca y dé fruto abundante.

Para revelar sus misterios, Dios nos pide que tengamos la mente de un niño, pues espera que confiemos en su amor y en su sinceridad y creamos en él al indicarnos qué hacer para recibir la vida eterna. Por esto le dijo el Señor Jesús a Nicodemo: Necesitas nacer de nuevo. También por esto es urgente volverse como un niño para entrar en el reino de los cielos.

¿Quiénes somos nosotros para debatir con el Altísimo? ¿Somos más sabios, tenemos más experiencia, entendemos mejor los ciclos de la vida? Dios quiere darnos una nueva primavera, una oportunidad para iniciar con el querer y el hacer suficiente para nunca más fracasar (Filipenses 2:13). ¿Se pondrá en sus manos para que opere el milagro?

Al nacer de nuevo, somos creados en Cristo Jesús para buenas obras (Efesios 2:10), nuestra conciencia queda limpia de obras muertas por la sangre de Cristo  y también por esa misma sangre, la del pacto eterno, somos hechos aptos para hacer la voluntad de Dios (Hebreos 9:14; 13:20,21).

Esta es la propuesta de Dios para todo aquel que desea librarse de la contaminación del pecado y de las cadenas que tarde o temprano volverán a arrastrarlo al pozo de la desesperación (Salmo 40:2).

Necesitamos, como lo hace un niño cuando siente miedo, tomar la mano de UNO que es mayor y más experimentado que nosotros. Sólo así peregrinaremos por el mundo seguros y confiados.

Dios, en Cristo Jesús, le ofrece todo lo necesario para una nueva vida, totalmente diferente a la que hoy lleva. ¿Qué lo detiene para asirse hoy de su mano?

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