Juan describe su belleza pensando “una piedra preciosísima” (v. 11teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.) que, tanto más pura es la luz que cae en ellas, tanto más hermoso es su fulgor. La luz es de Dios, ¡cuán bello no sería su fulgor! También lo hace pensando en la belleza que irradia una novia en el día de su boda (vs. 2,92Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. 9Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero.). Esta belleza también depende del amor que su esposo muestra para con ella, y aquí, ¡el amor es el de Dios!
Después nos describe su seguridad: un muro grande; su funcionalidad: 12 puertas; su descripción: un cubo perfecto; su estabilidad: 12 cimientos; su diseño: no había templo ni necesidad de alumbrado y muchos detalles más. Es un reto al dibujante, al arquitecto o al ingeniero civil tratar de hacer un dibujo o una maqueta de esta ciudad. ¿Pondría casas dentro de la ciudad? ¿Tendrán techo? No llueve, no hay sol. ¿Tendrían puertas, muros, ventanas...? ¡No hay ladrones, no hay oscuridad...! ¿Cómo será el “oro puro, transparente como vidrio” (v. 21Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.)? ¿Cómo será la perla que forma la puerta? ¿Cómo será una puerta que no se cierra? (vs. 21,2525Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. 21Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.).