Hemos leído cómo Rut recibió la “remuneración...  cumplida de parte de Jehová” (2:12) y el hogar que le prometió Noemí (3:1). Éste consistió en un hogar feliz, un esposo noble, un hijo que fue abuelo del rey David y un lugar en la genealogía de Cristo.

Booz había prometido arreglar el asunto esa mañana, así que se sienta a la puerta de la ciudad con el otro que podía redimir. Hay tres requisitos que llenar para ser redentor: Tener derecho de hacerlo, poder hacerlo y querer hacerlo.

Apliquemos esto a Cristo que obtuvo el derecho de hacerlo al tomar forma humana. Si Booz hubiera sido pobre no hubiera podido redimir a Rut. Además, Cristo nos pudo redimir porque es rico (2 Co. 8:9). El tercer requisito es la voluntad. El Nuevo Testamento está lleno de referencias al amor que impulsó a Cristo a ser nuestro Redentor.

Booz, ante los ancianos del pueblo, dice: “Tomo por mi mujer a Rut la moabita” (v. 10). El hombre rico toma a la moabita pobre y le da, no manojos de cebada, ni seis medidas de cebada, sino su nombre. ¿Qué nos da Cristo? Una mansión, calles de oro, vestidos blancos... ¿Todo eso? ¡Sí! Pero más nos agrada poder decir: “Me amó” (Gá. 2:20).

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