1° de Julio de 2012 Suplemento “A”, N° 95

Tema de la serie: CONSEJOS PARA PREDICADORES

ESTUDIOS Y APUNTES BÍBLICOS
Predicar

QUE PREDIQUES LA PALABRA;
QUE INSTES A TIEMPO
Y FUERA DE TIEMPO
(2 Timoteo 4:2que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina).
 

INTRODUCCIÓN

EN este tercer artículo de la serie: Consejos para predicadores, estaremos pensando en:

DIFERENTES TIPOS DE SERMONES

AUNQUE cuando un predicador presenta su sermón ante un público, éste tendrá formas y estilos propios de un siervo de Dios, primero, es necesario para el estudiante aprender a definir y a distinguir los diferentes tipos de sermón, para después determinar cuál será su manera particular de llegar al corazón de su público cuando hable en nombre de su Dios.

En el caso de las artes (y ya dijimos que predicar es un arte), lo más aconsejable es estudiar bajo la dirección de un solo maestro, imitando su estilo y captando su carácter, para después buscar el suyo propio.

Dicho esto, presentamos tres maneras de clasificar los sermones, buscando algunos ejemplos en las Escrituras para clarificar la manera en que se pueden establecer las diferencias que hacen distinto un sermón de otro, y marcando de qué hay que cuidarse.

POR SU ESTILO

Por el estilo literario que se usa en el sermón, se clasifican en.

a) NARRATIVO. Se recuerda o presenta una historia de manera interesante, escogiendo los elementos de la narración para fortalecer la verdad que se desea transmitir. Ejemplo: La defensa de Esteban (Hch. 7:2-53Ir a la Biblia en línea (sitio externo)).
Peligros: Ser muy extenso por usar partes de la historia que no fortalecen la verdad a presentar. No ser interesante por no utilizar de dramatismo al narrar los hechos que se escogieron.

b) ANALÍTICO. En este caso se somete a un análisis profundo un versículo, un evento o una situación, para después extraer de él la verdad que se desea enseñar. Ejemplo: Gálatas 3:15-1815Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. 16Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. 17Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. 18Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa., donde el apóstol Pablo analiza una palabra dicha por Dios a

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