EL ESPÍRITU SANTO
Y EL SEÑOR
JESUCRISTO
EN la vida del Señor Jesús, en los días de su carne (Heb. 5:7Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente), resaltan dos puntos importantes:
Su sometimiento absoluto a la voluntad de su Padre. El poder y la presencia del Espíritu Santo en su ministerio.La importancia de estas dos verdades queda manifiesta al considerar que se nos pide seguir en sus pisadas (1 P. 2:21Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas), y para entender lo que leemos de él: que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado (Heb. 4:15Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. ).
Esto nos lleva a profundizarnos más en la frase: se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres (Fil. 2:7sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres), que hemos de entender en el contexto de los dos puntos ya anotados: obediencia absoluta al Padre (forma de siervo) y la necesidad de andar en el poder del Espíritu Santo (hecho semejante a los hombres).
Se nos pide una vida de obediencia absoluta a la voluntad de nuestro Padre celestial, porque, como Cristo, hemos nacido por obra del Espíritu (Jn. 3:8El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.) y, en su poder, gozamos hoy de nueva vida (Ro. 8:11-1411Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. 12Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; 13porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. 14Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.); también hemos de vivir y andar por el mismo Espíritu.
Por esto leemos que fue tentado a nuestra semejanza, esto es, pensando, no tanto en los deseos y las acciones a las que somos atraídos y seducidos, sino en el poder que tenemos para vencer toda tentación: el poder del Espíritu Santo que mora en nosotros.