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SEMBRADOR No. 768 - Página 2

 

1 de Julio de 2009 | Año 115                                            Descargar versión PDF


Porque hoy ya no es la voz sonora de una campana construida y colocada para este fin, sino un sinnúmero de sistemas y medios de comunicación con voces difusas y mensajes a los que se les da una libre interpretación, la reacción ante peligros o a la invitación a prestar ayuda, es débil y deficiente y muchas veces carente de altruismo y generosidad.

Esto no sólo pasa ante las contingencias que suele haber en el mundo físico que habitamos; también sucede entre lo que se relaciona con el alma y el espíritu.

EL APÓSTOL Y
SUMO SACERDOTE
DE NUESTRA PROFESIÓN

Cuando Dios le da este título a su Hijo Jesucristo, está pensando en la razón del por qué nos dio vida y nos concedió vivir en tan maravilloso planeta, es decir, nuestra profesión.

El hombre, como todo ser creado, tiene una función clara que ha de desempeñar, pero hay una gran diferencia: las plantas, los animales y los astros, ya tienen su programa establecido: el color y el aroma de sus flores, el cómo construir sus hogares y  alimentar a sus críos, y la trayectoria de sus viajes a través de los cielos… El ser humano debe usar su inteligencia y creatividad para encontrarla

y perfeccionarla. Es por esto que alimentos, vestido, hogar, implementos para el trabajo e instrumentos para su entretenimiento, han cambiado totalmente a través del tiempo.

Pero una cosa ha escapado de su atención y otra, difícilmente se reconoce: antes de cuerpo se es alma, y antes de alma y cuerpo, se es espíritu. Por satisfacer las necesidades del cuerpo, cuántas veces se destruyen las del alma: amistad sincera, felicidad duradera, bienestar, descanso y mucho más, llegando así a situaciones un tanto irreversibles como son la depresión o el suicidio.

Pero es peor cuando, por buscar satisfacer las demandas del cuerpo y del alma, usando todo lo que la ciencia y los medios ofrecen, se llega a un momento cuando el más allá se ve cercano: un accidente, un terremoto o simplemente los truenos y relámpagos de una tormenta, hacen que se ponga atención a la voz del espíritu clamando desde la prisión a donde se ha enviado: Aquí estoy, ¿qué has hecho por mí? Tengo grandes necesidades que nunca has intentado suplir.

Pero a veces, esta voz es tan débil que ya no se escucha y es difícil entender lo que requiere; otras, el espíritu ya ha muerto en la  mazmorra a la que se envió, y entonces, ¡es demasiado tarde!

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