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SEMBRADOR No. 763 - Página 2

 

1 de Abril de 2008 | Año 114                                            Descargar versión PDF


Para entender más de este tema, primero pensemos en:

         LA SOBERANÍA DE DIOS       

Iniciamos con este atributo, porque es necesario entender la siguiente afirmación:

...Y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente (Éxodo 33:19)

Esta afirmación, en boca de un humano, denotaría capricho, pero, como es una declaración de Dios, nos dice que, como soberano, es él, y sólo él, quien toma las decisiones; y su decisión es que tendrá misericordia, sólo de los que:

1. Se acercan a él con plena certidumbre de fe, pues, sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan (Hebreos 11:6).

2. Lo buscan en primer lugar, no como último recurso. Esta es la invitación: Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4:16). El socorro oportuno se busca antes de caer, no después de la derrota.

3. Los que aceptan su soberanía y se entregan a él de todo corazón. Este es el testimonio del apóstol Pablo: Por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna (1 Timoteo 1:16).

Pasemos a otro de sus atributos que es necesario entender, juntamente con el de la misericordia:

         LA SOBERANÍA DE DIOS       

 

El mismo Señor Jesucristo le recordó al tentador: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios (Mateo 4:7). Por esto leemos:

Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad (Romanos 11:22). 

Por decirlo de otra manera: No podemos ser un día una cosa y otro día, otra. Permanecer en su bondad es serle fieles y leales.

Esta es la verdad que conoció el pueblo de Israel:
    “Dios es clemente y misericordioso, y no apartará de vosotros su rostro, si vosotros os volviereis a él” (2 Crónicas 30:9).
    Pero escogió ser desobediente y seguir por sus propios caminos.
 

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