“Así ha dicho Ciro rey de Persia:
Jehová el Dios de los cielos
me ha dado todos los reinos de la tierra,
y me ha mandado
que le edifique casa en Jerusalén,
que está en Judá.”
Un himno que a veces cantamos nos dice que contemos las bendiciones que hemos recibido de Dios, y esto es bueno, pero para guardar el equilibrio, también hemos de enumerar las órdenes que nos ha dado.
Hay otra lección en el razonamiento del rey Ciro:
Después, algunos le dirían que por permitir que los judíos regresaran a Jerusalén a edificar casa para Jehová (y también para ellos), estaba abriendo las puertas para una rebelión.
Pero el rey razonaba así: si Dios me dio todos los reinos de la tierra, este mismo Dios no permitirá la sublevación de su pueblo: su trono estaba seguro.
Nabucodonosor también fue disciplinado por Dios, y esta parte de su historia nos da lecciones interesantes sobre el tema:
1. La disciplina de Dios es sólo por un tiempo.
2. Cuando termina, debo alabar y bendecir a Dios.
3. La disciplina de Dios, no empobrece.
En esto hay otra lección: Nabucodonosor confesó: “Mi razón me fue devuelta”; y fue esta nueva forma de pensar que le permitió valorar su nueva grandeza como mayor a la anterior (v. 36En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida).
Con el pueblo de Israel, parece que esto no fue así, como veremos en otras lecturas de este trimestre. Compararon el templo de Salomón con el que edificaban, y lloraron, pero Dios les dijo que la gloria de la nueva casa sería mayor que la primera (Hag. 2:7-97y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos. 8Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos. 9La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos.). Sin embargo, el pueblo no lo vio así, porque seguían midiendo lo temporal y no valoraron la gloria de Dios, cuando Cristo los visitó en los días de su carne (Lc. 19:42diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.). ¡No cambiaron en su forma de razonar! ¡Que no te pase lo mismo!
La lección del alfarero es triple:
1. Tiene un ojo entrenado para captar defectos.
2. Tiene la autoridad para destruir y volver a diseñar.
3. Tiene la pericia para hacer el vaso nuevamente.
Así es Dios para con su pueblo y para con nosotros, los que hoy formamos su iglesia.