Solemos citar estas palabras (v. 10Sabed ahora que de la palabra que Jehová habló sobre la casa de Acab, nada caerá en tierra; y que Jehová ha hecho lo que dijo por su siervo Elías.) con referencia a promesas de bendición, pero vemos aquí que se trata del juicio de Dios contra toda idolatría. Joram había quitado las estatuas de Baal (3:2E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, aunque no como su padre y su madre; porque quitó las estatuas de Baal que su padre había hecho.), pero surgieron nuevas. Jehú ataca el problema desde la raíz al destruir no sólo las imágenes, sino a sus sacerdotes, adoradores y patrocinadores.
La idolatría sigue siendo tropiezo para el pueblo de Dios y debemos estar conscientes del peligro en que estamos si hay ídolos en nuestro corazón (Ez. 14:7Porque cualquier hombre de la casa de Israel, y de los extranjeros que moran en Israel, que se hubiere apartado de andar en pos de mí, y hubiere puesto sus ídolos en su corazón, y establecido delante de su rostro el tropiezo de su maldad, y viniere al profeta para preguntarle por mí, yo Jehová le responderé por mí mismo; 1 Jn. 5:21Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.).
Jehú tuvo mucho celo por Jehová (v. 16y le dijo: Ven conmigo, y verás mi celo por Jehová. Lo pusieron, pues, en su carro.), pero fue mayor el celo por sí mismo. Celo insincero produce obediencia incompleta y quedan en pie los becerros de oro. Aunque su servicio fue imperfecto, Dios lo reconoce y lo bendice dejándole el trono por cuatro generaciones.
La obediencia perfecta de Cristo garantiza una bendición que es, no por determinado número de generaciones, sino por toda la eternidad (Jn. 10:28y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.; Ro. 5:19Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.).