Los capítulos anteriores hablan de ofrendas que eran obligatorias. Los votos que vemos en este capítulo son voluntarios. Son la respuesta al amor y la gracia de Dios, del corazón de quien ha sido perdonado y bendecido por él.
Hay dos clases de votos: los del hombre (vs. 1,21Habló Moisés a los príncipes de las tribus de los hijos de Israel, diciendo: Esto es lo que Jehová ha mandado. 2Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca.) y los de la mujer (vs. 3-16Ir a la Biblia en línea). La gran diferencia es que el voto del hombre es inviolable; el de la mujer, bajo ciertas condiciones, podía ser abrogado. El padre de la hija que vivía en casa y el marido de la mujer casada podían vedar el voto. Pero si el marido o padre no lo impedían, o si era viuda la mujer, el voto también era firme.
El único capaz de no quebrantar su palabra y cumplir todo lo pronunciado por su boca, es Cristo: el Hijo del Hombre.
La mujer representa a Israel que hizo votos junto al Sinaí que no pudo cumplir.
En un día futuro Jehová absolverá a Israel de su voto y será perdonada y recibida por gracia. Hay varios salmos que expresan los sentimientos del que hace votos. Busquemos estos dos: Salmo 66:13,1413 Entraré en tu casa con holocaustos; Te pagaré mis votos, 14 Que pronunciaron mis labios Y habló mi boca, cuando estaba angustiado.; 116:14,1814 Ahora pagaré mis votos a Jehová Delante de todo su pueblo. 18 A Jehová pagaré ahora mis votos Delante de todo su pueblo. ¿Hemos cumplido nuestras promesas a Dios?