Por fin se cumple el deseo de Job. Desde el seno de un torbellino Dios le responde. Pero, en vez de hablarle del gobierno moral del universo, Dios habla de los misterios de la naturaleza.
Job esperaba recibir respuesta a sus preguntas, pero Dios no contesta ninguna de ellas. Dios no usa el método de la explicación, no le dice nada a Job sobre el origen de sus desgracias, no hace referencia al conflicto con Satanás descrito en el prólogo de este libro.
Dios quiere curar a su siervo de presunción y lo hace con más de cuarenta preguntas sobre los fundamentos de la tierra, los límites del mar, la relación entre la luz y las tinieblas, etc. En dos capítulos Dios abarca todo lo que llamamos ciencias naturales: geología, meteorología, oceanografía, astronomía, biología.
Tres milenios más tarde, a pesar del progreso científico y descubrimientos de leyes en la naturaleza, el hombre moderno todavía no tiene respuestas satisfactorias a todas estas preguntas.
¿Por qué preguntó Dios todo esto? Job había dudado de la rectitud de Dios. Ahora debe dudar de su capacidad para contender con Dios. Que Dios también nos libre a nosotros de orgullo y presunción.