Estas son las dos armas que Satanás usó para debilitar la comunión en la iglesia y las sigue usando hasta el día de hoy. Ayer leímos de la primera y hoy de la segunda.
Muchos piensan que fue muy severo el Espíritu Santo en castigar así a Ananías y Safira. Debiéramos pensar todo lo contrario: que es muy benigno hoy al permitir que tantos levanten falsos testimonios contra sus hermanos y vivan vidas de aparente piedad. La actividad del Espíritu Santo ante la mentira no ha cambiado. Cabe, pues, la pregunta: ¿Somos suficientemente fuertes para soportar tal disciplina del Espíritu Santo?
Sin embargo, la lección principal no está allí, y es ésta: ellos, al ver el castigo y nosotros, al leer de él, debemos sentir el mismo temor reverente (v. 11Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas.). El resultado es admirable:
1. Todos en comunión (v. 12Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón.).
2. No había curiosos que sólo se juntaban (v. 13De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente.).
3. Gran número creía (v. 14Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres).
El temor de Dios es el antídoto del miedo y de la mentira.