ABRIL 4

Hebreos 3:7-19Ir a la Biblia en línea (sitio externo)

EL ENDURECIMIENTO DE LA INCREDULIDAD

Las cartas de presentación de Cristo (vea comentario de ayer), superiores a las de Moisés, hacen más fuerte la recomendación del Espíritu: “No endurezcáis vuestros corazones” (v. 8No endurezcáis vuestros corazones, Como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto,). La actitud del pueblo está contrastada con la condición: “Con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio” (vs. 6,146pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza. 14Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio).

Interpretemos esto con cuidado para no caer en errores. El caso no es que nuestra fe, una vez nacida, pueda menguar y desaparecer llevándose consigo nuestra participación de Cristo. De Israel leemos: “Siempre andan vagando” (v. 10A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, Y dije: Siempre andan vagando en su corazón, Y no han conocido mis caminos.) y “estuvo él disgustado cuarenta años” (v. 17¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto?). No es, pues, el caso de una fe que nació y murió, sino de una fe que jamás nació. Recordemos la semilla que cayó en el camino o entre las piedras y jamás llevó fruto (Mt. 13:19-2219Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. 20Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; 21pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. 22El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.).

Al contemplar al “apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión”, nuestro corazón se derrite y nace una fe capaz de retener hasta el fin la confianza del principio. Exhortémonos, pues, unos a otros (v. 13antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.), trayendo a la memoria la fidelidad de Cristo y, oyendo así la voz de Dios, mantengamos fértil el campo de nuestro corazón donde crece la fe.

“El Sembrador”
La Semilla es la Palabra de Dios
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