Vale la pena recordar las lecturas del mes pasado cuando estudiábamos los años finales del reino de Judá (2 Cr. 36Ir a la Biblia en línea). El versículo 1Después de haber transportado Nabucodonosor rey de Babilonia a Jeconías hijo de Joacim, rey de Judá, a los príncipes de Judá y los artesanos y herreros de Jerusalén, y haberlos llevado a Babilonia, me mostró Jehová dos cestas de higos puestas delante del templo de Jehová. nos ubica históricamente. El pueblo se había dividido en dos partes: los que estaban en Babilonia y los que quedaron en Jerusalén.
Los primeros tendrían oportunidad de reflexionar sobre sus caminos y, arrepentidos, buscarían a Jehová (v. 7Y les daré corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y me serán por pueblo, y yo les seré a ellos por Dios; porque se volverán a mí de todo su corazón.), y él los oiría y los bendeciría haciéndolos volver en paz (v. 5Así ha dicho Jehová Dios de Israel: Como a estos higos buenos, así miraré a los transportados de Judá, a los cuales eché de este lugar a la tierra de los caldeos, para bien.).
Los segundos, obstinados en sus malos caminos, seguirían apoyándose en sus propias fuerzas y serían exterminados (v. 10Y enviaré sobre ellos espada, hambre y pestilencia, hasta que sean exterminados de la tierra que les di a ellos y a sus padres.).
¿La lección para hoy? Muchos viven bajo la ilusión de que entre lo bueno y lo malo existe una gama de tonos y que hay un sin número de valores relativos para calificar nuestras acciones. Aprendamos que para Dios sólo hay dos tonos: el blanco, blanco y el negro, negro. No compremos el engaño de Satanás. Seamos advertidos: o somos higos buenos, muy buenos, por gracia y virtud de Dios; o somos higos malos, muy malos, por desobedecer a Dios y poner oídos sordos a su Palabra.