Esto nos hace recordar las palabras dichas a Moisés: “Alísate dos tablas de piedra como las primeras” (Éx. 34:1Y Jehová dijo a Moisés: Alísate dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras que quebraste.). En ambos casos, Dios es digno de aclamación: “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad” (Éx. 34:6,76Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; 7que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.).
“Destrúyelos, Señor”, sería la petición del que tiene celo por Jehová. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro. 5:8Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. ). Así fue, así es y así será.
Dios nunca va a arrastrar al hombre para hacerlo salvo, ni tampoco para llevarlo al infierno. Él es soberano y puede ejercer completo dominio sobre la voluntad, pero Dios, que vistió al hombre con su imagen, le dio libre albedrío y puede escoger acatar la voluntad de Dios, o como Joacim, acabar con todas las oportunidades que Dios le presente. Si esto pasa es porque así lo quiere el hombre. Nunca será obligado por Dios a amarle, ni mucho menos a servirle.
Demos gracias a Dios que al gustar su amor comprendemos, en parte, el propósito divino para nuestras vidas (1 Co. 2:16Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.).