Pablo, el siervo (v. 11Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios,), escribe acerca del Salvador (vs. 3,43acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, 4que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos) a los “llamados a ser santos” (v. 7a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.). Limitaremos nuestra meditación a cuatro temas:
1. Lo que Pablo es: SIERVO de Jesucristo, LLAMADO a ser apóstol y APARTADO para el evangelio de Dios. ¿Nos describen a nosotros las palabras en mayúscula? Puede y debe ser así.
2. Lo que Cristo es. Es el tema central del evangelio, y hay aquí varias verdades acerca de su persona que abarcan desde la eternidad hasta el presente. “Del linaje de David” señala su humanidad. La resurrección de entre los muertos señala que es “Hijo de Dios con poder”, es decir, su deidad plena y eterna.
3. Lo que los creyentes somos (vs. 6,76entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo; 7a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.). Somos “llamados a ser de Jesucristo,... amados de Dios, llamados a ser santos”. ¡Qué bien resumen estas palabras el propósito central del evangelio! El evangelio no se limita a salvarnos del infierno: debe manifestarse en una vida de santidad.
4. Lo que el evangelio es (vs. 16,1716Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. 17Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.). “Es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”. En el primer siglo el griego se jactaba de su lógica, el romano de sus leyes y el hebreo de su luz.
El creyente se gloría (no se avergüenza) en el evangelio que supera a todo lo que el mundo ofrece.