Estas tres etapas son muy marcadas en la vida de Manasés, hijo que nació durante los quince años agregados a la vida de Ezequías.
Manasés subió al trono a los doce años y reinó cincuenta y cinco. Resultó ser el peor de los reyes de Judá: destruyó todo lo bueno que había hecho su padre, edificó altares idólatras en el templo, hizo sacrificios humanos y muchas abominaciones más. Su castigo y arrepentimiento no se encuentran escritos en el Libro de los Reyes.
La conversión de Manasés es uno de los milagros más grandes de la gracia de Dios. El rey cautivo se humilló y oró. Dios oyó su oración y lo restauró al trono (vs. 12,1312Mas luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres. 13Y habiendo orado a él, fue atendido; pues Dios oyó su oración y lo restauró a Jerusalén, a su reino. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios.).
Hay evidencia de que la conversión de Manasés fue genuina. Quitó ídolos y los altares de los mismos, reparó el altar de Jehová y mandó a Judá que sirviera al Dios verdadero. Hizo lo que pudo para deshacer todo el mal que había hecho, pero no logró que su hijo hiciera lo recto ante los ojos de Dios cuando a él le tocó ocupar el trono.