La lectura de ayer nos mostró cómo Dios atendió la súplica de un hombre y nos dio como razón: “Jehová peleaba por Israel” (v. 14Y no hubo día como aquel, ni antes ni después de él, habiendo atendido Jehová a la voz de un hombre; porque Jehová peleaba por Israel.).
Hoy se nos narra cómo Josué derrota a cinco reyes amorreos y cómo destruye a seis ciudades a filo de espada exterminando todo lo que tenía vida, cumpliendo así lo que Dios había mandado por medio de Moisés (Dt. 7:16Y consumirás a todos los pueblos que te da Jehová tu Dios; no los perdonará tu ojo, ni servirás a sus dioses, porque te será tropiezo.).
Josué mandó a los principales de la gente de guerra que pusieran sus pies sobre los cuellos de los cinco reyes. En la antigüedad esto era símbolo de triunfo y de humillación para el enemigo. Su capitán les dice: “No temáis, ni os atemoricéis; sed fuertes y valientes, porque así hará Jehová a todos vuestros enemigos” (v. 25Y Josué les dijo: No temáis, ni os atemoricéis; sed fuertes y valientes, porque así hará Jehová a todos vuestros enemigos contra los cuales peleáis.). Ésta fue la experiencia de Josué. ¿Cuál es la nuestra hoy?
Recordemos lo que dice el apóstol Pablo: “No tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades...” (Ef. 6:12Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.). Imitemos a Josué y a su ejército.
Exterminemos a nuestros enemigos apoyados en el poder de Dios.