Tres evangelistas, al comentar el incidente de hoy, enfocan su atención en algo diferente.
Mateo, en el problema que le ocasiona a la comunidad el hombre que vive en forma desenfrenada, obedeciendo sus instintos y sirviendo a Satanás. “Nadie podía pasar por aquel camino” (Mt. 8:28Cuando llegó a la otra orilla, a la tierra de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino.).
Lucas, en la condición del hombre mismo: “No vestía ropa, ni moraba en casa” (Lc. 8:27Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.).
Marcos, en la incapacidad del hombre de hacer algo por el endemoniado: ni la ciencia, ni la educación, ni la fuerza pueden quitar a un hombre sus vicios cuando éstos lo dominan (v. 4Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar. ).
También añade otro comentario: el clamor intenso y constante del atormentado (v. 5Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras.). El hombre es impulsado por su pecado a cometer más pecado. Es aquí donde se presenta Cristo: sólo él tiene poder para cambiar el corazón del hombre. ¿Creemos esto? ¿Hemos aprovechado este poder?
El pecado se posesiona del hombre lentamente y causa estragos en la sociedad, en el medio y en la personalidad misma del hombre. No se quede quieto si vive en este problema. Acuda a Cristo. Si ya disfruta de libertad, cuénteselo a otros y condúzcalos a él para que los sane.