Moisés y Aarón comparecen ante Faraón con las demandas de Dios basadas en los derechos sobre su pueblo. El enemigo resiste, desafía a Dios y se entabla la lucha. ¿A quién pertenece Israel?
Lo que leímos en esta porción sigue ocurriendo en el reino de las tinieblas. Satanás no va a dejar ir a sus súbditos sin que haya lucha y muchos de los que están leyendo estas líneas pueden testificar que la lucha es dura.
Desde el momento en que un pecador escucha el llamamiento a salir de Egipto y cree (4:31Y el pueblo creyó; y oyendo que Jehová había visitado a los hijos de Israel, y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron.), el príncipe de este siglo no le da descanso. No le conviene que el cautivo tenga tiempo de pensar en libertad, así que los capataces del diablo lo azotan y le gritan para hacerlo desistir de creer (v. 19Entonces los capataces de los hijos de Israel se vieron en aflicción, al decírseles: No se disminuirá nada de vuestro ladrillo, de la tarea de cada día. ), y llenar su corazón de desesperación y su boca de murmuraciones (vs. 21,2221les dijeron: Mire Jehová sobre vosotros, y juzgue; pues nos habéis hecho abominables delante de Faraón y de sus siervos, poniéndoles la espada en la mano para que nos maten. 22Entonces Moisés se volvió a Jehová, y dijo: Señor, ¿por qué afliges a este pueblo? ¿Para qué me enviaste?).
La noche siempre parece ser más oscura momentos antes de rayar el alba, y la derrota aparente, con frecuencia es preludio de la victoria.
Recordemos hoy que el conflicto espiritual no es un juego: es real, duro y a veces terrible. Oremos por los siervos de Dios que están en esta lucha y por nosotros, para que no cunda el desánimo.
Seamos fieles y valientes ante el enemigo de nuestras almas.