El temor de Dios es un tema muy amplio y podemos estudiarlo desde tres ángulos diferentes:
1. El que colinda con MIEDO.
Motivados por la visión del fuego y la voz de trueno prometieron obediencia, pero pasada la visión y olvidada la voz, se olvidaron también de sus promesas y pecaron haciendo un becerro de oro.
2. El que colinda con CONVENIENCIA.
Los cuarenta años en el desierto dan testimonio de este temor. Cuando había necesidad: hambre, sed y dolor, retornaban a Jehová; pero el desierto con todos sus problemas estaba por terminar. En la tierra que fluye leche y miel carecerían de estas voces que los acercaban a su Creador, por esto Dios exclama: “¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos!” (v. 29¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!).
3. El que colinda con AMOR.
Éste es el duradero, éste es el hermoso, éste es el que agrada a Dios. Ciertamente entramos en el temor de Dios por alguno de los ángulos primeros, pero Dios quiere que lleguemos al tercero. Dios busca la obediencia que tiene como fundamento el AMOR.