AYER, cuando Cristo terminó de hablar, se escuchó el comentario: “Enseñaba como quien tiene autoridad” (7:29porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.). Hoy, al bajar del monte, esta autoridad se manifiesta en acciones.
La actitud del leproso es hermosa (v. 2Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.), pues resalta que la autoridad de Cristo no está vacía de compasión y cariño.
La fe del centurión resalta la verdad de que no hay autoridad mayor que la de Cristo, ni ley que la limite (vs. 8,98Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. 9Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.).
La victoria sobre los demonios (v. 16Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos;) demuestra que no hay quien pueda resistir su autoridad y vencer.
Pero hay más en esta lección: si el Señor sanó a enfermos, no fue para demostrar su autoridad. Las frases “puedes limpiarme” (v. 2Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.) y “dí la palabra” (v. 8Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará.), demuestran que su autoridad se conocía y se aceptaba. Además, el castigo de los hijos del reino sería por ser incrédulos ante esta autoridad (v. 12mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.). Sanó a los enfermos para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías (53:4Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.), para que tomara sobre sí nuestras enfermedades y llevara nuestras dolencias (v. 17para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.).
¡Incomprensible cambio! De él salía virtud y nuestra enfermedad entraba para perderse en el infinito mar de su perfección.