“Mujer, he ahi tu hijo...”

CRISTO no fue totalmente desamparado por los suyos. En contraste con la multitud insolente y burlona de los que le zaherían había un pequeño círculo de seres que le amaban. Entre ellos estaba su madre. Ella había sufrido mucho. Chismes e indirectas frecuentemente la herían con relación al nacimiento de su hijo. Más de una vez el Señor tuvo que hacerla a un lado (Juan 2:1-11Ir a la Biblia en línea; Mateo 12:46-5046Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar. 47Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar. 48Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? 49Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. 50Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.). Ahora, la “espada” mencionada por el anciano Simeón en Lucas 2:35(y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones., terminaba de traspasar su misma alma.

Cristo se dirige a su madre y a su discípulo. Sus palabras nos sorprenden. No habla como hijo, sino como Señor. Ordena, como si estuviera sobre un trono y no en una cruz. Asigna responsabilidades. Primero se dirige a su madre. Unos la llaman Madre de Dios o Reina del cielo, pero ninguno de estos títulos aparecen aquí, ni en ninguna otra parte de la Biblia. Según la carne, María fue la madre de nuestro Señor pero aquí parece que Cristo rompe esa relación. Dice: “Mujer, he ahí tu hijo”.

En las páginas de los Evangelios nunca leemos que Cristo dijera: “Madre”, siempre leemos: “Mujer” ¿Por qué? Madre, es la palabra que más satisfacción pudiera traer al corazón de María. ¿Qué siente una madre junto a su hijo agonizante si éste le dice: “Mujer”? Se hace pedazos su corazón.

¿Por qué habló Cristo así a su madre? Es difícil responder. Tal vez esto fue el último impulso a la espada que traspasó el alma de María. ¿Por qué lo hizo? Tal vez para evitar, en los que escudriñan las Escrituras, el culto a María que se ha hecho tan prevalente en la cristiandad.

María no podía ser rival de Cristo como mediadora entre Dios y los hombres. Él no la reconoce como madre sino como creyente. Desde ese día Juan la recibió en su casa. Tal vez en esa casa es donde los discípulos perseveraban en la oración después de la ascensión. Leemos que “perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos” (Hechos 1:14Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.). Notemos que no oraban a María, ni por medio de María, sino con ella.

¿Y cuál es la responsabilidad de Juan? Cristo lo nombra su sustituto. Juan debe cuidar y consolar a María, lo que Cristo ya no haría. ¡Qué privilegio el de Juan: ser sustituto de su Sustituto!

¿Podemos considerarnos partícipes de esta comisión dada a Juan? Sí, pues podemos pensar que, como el Señor ascendió al Padre, nos toca a nosotros hacer lo que él haría si estuviera aún en el mundo. Usemos nuestros pies para ir a los que necesitan de su gracia y su perdón. Usemos, gozosos, nuestras manos para hacer el bien que él haría. Usemos nuestros labios para pronunciar las palabras de consuelo que él pronunciaría.

“El Sembrador”
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